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Hey You

Hey You

«… Valorad al loco

Su indiscutible propensión a la poesía

Su árbol que le crece por la boca

con raíces enredadas en el cielo

Él nos representa ante el mundo

con su sensibilidad dolorosa como un parto»

—Raul Gómez Jattin. Amanecer en el Valle del Sinú, Me defiendo.

Esta es mi interpretación de la canción Hey You, de Pink Floyd

Esta canción al inicio la recibía como un grito de auxilio a otra persona. Quizás líricamente sea lo más directo, pero simbólicamente no tiene nada que ver. Hace poco quise dotarla de un significado diferente, sensato. Sin lugar a dudas, se convertiría luego de eso en una canción que me da un poco de miedo escuchar. Aquí quiero contar por qué.

El lugar perfecto

Roger Waters fue un maestro en esto de los símbolos. Hey You pudo haber estado en cualquier parte de The Wall, pues no tiene una trascendencia mayor en la historia de Pink (de hecho, ni sale en la película); pero, a pesar de eso, ubicó esta pieza después de uno de los momentos de mayor tensión conceptual en The Wall.

Dos canciones antes, Pink desgarrado le grita al mundo “I don’t need no arms around me”, sentenciando luego, y para mí haciéndolo con una rabia y desahogo profundo, lo que yo he sentido1 que es la conclusión del primer disco: “…you were all just bricks in the wall”. Todo se desvanece allí para dar paso a la intimidad de la derrota —la que luego entenderemos simplemente como una transformación—. “Goodbye all you people, there’s nothing you can say to make me change my mind. Goodbye” es lo que finalmente se escucha, se despide el disco 1, se despide una etapa de la vida, se despide la idea del otro como determinante de la libertad. Esta es la antesala de una de las canciones más tenebrosas del álbum. Se viene el disco 2, inicia “Hey You”.

El saludo

Aquel arpegio tierno que ofrece Gilmour para iniciar la canción es, nuevamente, un juego que tiene con el receptor superficial. “Mira qué tranquilidad” te dice, pero en realidad es la preparación maquinal para un desgarre mental total.

Hey, you, out there in the cold

Getting lonely, getting old

Can you feel me?

Primer llamado. Además de la literalidad que ya es totalmente disciente de a qué tipo de sujeto busca, me resulta más interesante captar el motivo del llamado: quiero saber si me sientes. ¿Acaso ser sentidos, entendidos, no es una necesidad? Hay algo que satisface en nuestra esencia el ser entendidos, el saber que otro te siente, ya que aquí no se habla reflexivamente, se habla transitivamente2, en esencia, lo importante aquí es la presencia del otro. La pregunta no es ¿me siento?, la pregunta es: ¿Me sientes?.

Hey, you

Don′t help them to bury the light

Don’t give in without a fight

Una pequeña defensa a la lucha —de la terquedad—. Quizás aquí se puede recordar aquella frase que tan mal gastada vive de El secreto de [inserte cualquier actividad o acción] es saber cuándo parar. Pero es que si ya luché una vez, ¿por qué no luchar otra vez? ¿Cuándo parar? ¿Cuándo es el momento en que de verdad deba dejarte ir, muchacha?

Además, aquí surge una duda: ¿Estamos buscando ayuda o estamos buscando ayudar? Por ahora esta duda que propongo solo quiero que sea un elemento valioso del storytelling, luego tendrá respuesta.

Hey, you, out there on your own

Sitting naked by the phone

Would you touch me?

Hey, you, with your ear against the wall

Waiting for someone to call out

Would you touch me?

Es claro que se conoce muy bien a quien se llama. Lo ve, lo descubre, lo expone. Esto fue una pista clave para resignificar esta canción: ¿A quién se conoce más si no es a uno mismo?

Hey, you

Would you help me to carry the stone?

Open your heart, I′m coming home

Se pide ayuda pero para llevar una piedra más hacia el muro3. ¿Por qué? Pues existe un desalineamiento claro en el tándem entre el sujeto que llama y el sujeto que es llamado. Abre tu corazón, estoy llegando a casa. Su corazón es mi casa. ¿No es acaso mi corazón mi propia casa? Aquí se desvela la identidad, aquí se declara la conversación conmigo mismo, el llamado de auxilio conmigo mismo. ¿Pierde entonces esa transitividad expuesta arriba? No, porque es necesario una relación no unitaria entre el yo y el mí mismo.

Aquí viene una escena psicodélica (en su sentido etimológico4) y sinestésica que ofrece una descripción sensitiva de lo desvinculados que están estos dos sujetos. Es la entrada en el corazón del otro, es la reunión de la identidad y autoevaluación de su estado. Se viene: el solo.

El Solo

Yo no sé de música, pero sí sé muy bien lo que ella me permite sentir. Me entrego ante ella para que domine mi existencia, pues mi sensibilidad brota de la que otro ser, aún más sensible, pudo expresar en una única interrelación de excitaciones mecánicas.

Dos guitarras inician juntas la búsqueda de una cima, ambas crecen, ambas se alternan, como aquel rayo de luz que, en donde su componente magnética y eléctrica se inducen mutuamente para continuar su recorrido, como dos almas que, tomadas de la mano, se apoyan mutuamente mientras caminan por la senda del tiempo buscando que el tiempo no pase más, estas dos guitarras siguen bailando, enroscándose en su avanzar e iluminando el recorrido. Hasta que te das cuenta que solo hay una, hasta que te das cuenta que solo una de ellas subió, siguió su crescendo y, por tanto, se termina aquel solo, se termina aquel recorrido, porque se necesitan a las dos. Desde arriba, la guitarra que subió mira a la que no lo hizo. Se destruye el solo, se terminó.

Este es la comunión entre el yo y el sí-mismo5. Cuando estos dos se desvinculan, cuando el yo crece sin coger de la mano al mí mismo, es cuando se detiene, mira hacia atrás y se da cuenta que todo es falso. Ese entrelazamiento debe persistir, es un tándem que debe mantener su sincronía para nunca parar de crecer. Uno puede halar al otro y luego cambiar este rol, pero no puede ser jamás que uno solo sea quien hala. Nietzsche en su Zaratustra lo dejó claro:

«… mas alguna vez la soledad te fatigará, alguna vez fallará tu orgullo, y tu valor rechinará los dientes. Ese día gritarás: “¡Estoy solo!”.

Un día dejarás de ver tu altura, y contemplarás demasiado cerca tu bajeza; tu misma elevación te hará temblar como un espectro, y gritarás: “¡Todo es falso!”.»

— Nietzsche, F.: Así Habló Zaratustra. Del camino del creador, p. 173.

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Todo es falso

Se viene el desvelo ante un tercero de la pérdida de sincronía en el caminar.

But it was only fantasy

The wall was too high, as you can see

No matter how he tried, he could not break free

And the worms ate into his brain

Fue necesario aclarar que todo era falso, que aquél ímpetu de la lucha, del crecer la existencia, del ser libre, fue tan solo un acto de desesperación. Aquél muro era muy alto, estas barreras —mentales o no— fueron enormes. El muro encerró por completo su decidir, su sentir, su existencia. Aquella mente presuntamente clara cayó ineludiblemente hasta el fondo. La voz de Waters aquí cumple una función de justificar al sujeto; hace un ruego para que le entiendan, pues algunos gusanos dañaron su mente.

¿Acaso esto no da miedo? ¿Acaso aquella mirada que el abismo te devuelve por mirarlo fue mayor que la inicial? ¿Cada vez será mayor? La voz cálida de Gilmour se ha perdido, no llegará de nuevo como aquel mimo ante el dolor de aquél caminar que ha perdido su rumbo, que ha perdido su búsqueda.

Un interludio conducido por un tétrico slam del bajo nos reencuentra nuevamente con el sujeto llamándose a sí mismo, esta vez, desconsolado, sentencia su posible fin.

El grito final

Hey, you

Don’t tell me there’s no hope at all

Together we stand, divided we fall

Es un grito de auxilio, pero es un grito al yo. Tiene que ser tan ruidoso que te debes escuchar tú mismo. ¿Por qué no me ayudas? ¿Por qué no nos ayudamos? Existe esperanza, nuestra existencia es la razón misma de aquella esperanza. Pero para que llegue a aquel fin, para que el solo nunca pare, para poder superar el muro, para por fin permanecer, para necesariamente crear, es necesario estar juntos: El yo con el sí-mismo.

Para mí esto se hace amando. Para amar ha sido necesario conocer. Este amor entre estos dos es por definición el amor propio, este amor nos hará existir y, por tanto, hará amar nuestro existir: amamos la vida no porque estamos habituados a vivir, sino porque estamos habituados a amar.


Notas:

  1. Porque las canciones se sienten. ↩︎

  2. De la diferencia entre un verbo reflexivo y un verbo transitivo. ↩︎

  3. El muro de The Wall es el concepto que se construye en el álbum. Luego hablaré de este concepto en otro post, pero en esencia, es una barrera construida a partir de nuestras condiciones sociales, familiares, económicas, educativas, emocionales y cualquier otra área de nuestra vida que impide la libertad misma de un ser libre por naturaleza: el hombre. ↩︎

  4. Que manifiesta el alma. ↩︎

  5. El sí-mismo como contraposición al yo, es el ello de Freud. ↩︎

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